Cuarta sesión juicio residencia Trinidad Familiares Eva Rancho La Provincia 17 Oct 2014.pdf
Una hija afirma que su madre “estaba atendidísima” / Un auxiliar de geriatría: “Si hubiéramos seguido allí, no habríamos cobrado el dinero que nos debían”
Eva Rancho
LA PROVINCIA / LAS PALMAS DE GRAN CANARIA, 17 Octubre 2014
Cuatro familiares de los ancianos de la residencia Trinidad, clausurada en junio de 2011 por irregularidades, aseguraron ayer en la cuarta sesión del juicio contra sus dos propietarios, los hermanos Jesús María y Álvaro C.D., que no vieron signos de maltrato, de desnutrición en ellos ni tampoco gran suciedad en las instalaciones. Ayer en la sala 21 del Juzgado de lo Penal número 1 continuó la prueba testifical, con un total de 11 testimonios , entre los que también figuraron la limpiadora, una de las enfermeras que fue contratada dos meses antes del cierre del centro, una auxiliar de enfermería, un auxiliar de geriatría, entre otros.
“Iba todos los días, mi madre [Teresa] estaba atendidísima, no tuvo ningún problema de higiene. Vomitaba con frecuencia y [yo] era consciente de que se limpiaba. Mi madre era muy lista y me contaba todo, ‘las chicas eran muy buenas, me trataban bien’. No tenían ningún tipo de maltrato”, relató Margarita M.S., hija de una de las internas, Teresa S., si bien apuntó que “la comida era la queja continua de la residencia”. Explicó que no se adecuaba a las necesidades de cada anciano como la de masticación. “Mi madre decía que la comida estaba salada. Se hacía mucha comida de sobre, yo iba por la noche y le llevaba puré con verdura fresca, los segundos platos como hamburguesas, costillas, estaban duros, no los podían masticar bien”, indicó Margarita.
Por su parte, Antonia C.S., hija de Josefa S.G., una de las residentes más mayores (ahora tiene 99 años) que permaneció allí ocho años, aseguró que su madre “no se quería ir de la residencia” y “Jesús, para las ancianas, era maravilloso, él siempre decía ‘dónde están mis niñas”. En cuanto a la atención de los auxiliares hacia los internos, declaró que “unos eran mejores que otros, unos se preocupaban más para que comieran”. Con respecto a la alimentación de su progenitora, Antonia aseguró que “no la notaba desnutrida”, aunque observó que “la comida era maravillosa al principio con el ‘catering’, y después fue cambiando la cosa, los purés eran repetidos, lo hacían mucho de tomate, de espinacas”, pero no recuerda que “nadie le dijera que había que tirar la comida por ácida”.
Asimismo, Antonia niega que hubiera insalubridad en el inmueble. “La limpieza de la residencia podría estar mejor, pero en general estaba limpia. Tenía bastante ventilación, y de bichos [hormigas], nunca vi nada, y en la cama de mi madre, nunca vi bolsas de basura [en lugar de empapadores]”, afirmó esa pariente.
Jesús María, hija de la anciana Soledad G.A., que vivió durante siete años en el centro hasta su cierre, manifestó que su madre “estaba más o menos limpia, siempre con las uñas cortadas”. “A veces faltaban los empapadores, hubo un tiempo en el que se racionaban mucho y los guardábamos en los roperos, pero siempre que cambié a mi madre, el pañal estaba limpio”, indicó. Con respecto a si existió o no vejación a los residentes, este familiar afirmó que “más o menos [los dueños] los apreciaban”, y en cuanto a los menús, consideró que “la comida no era la adecuada porque el 90% de los ancianos no tenían dientes y daban costillas, pollo con huesos y callos para cenar”. Si se espesaban o no los alimentos con servilletas, Jesús María comentó: “me niego a creer eso, nunca vi servilletas en la comida”.
Luis Felipe: “Jesús intentó minar para que los trabajadores no fuéramos un bloque”
En el caso de Juan Carlos G. Z., hijo de la interna Marta Z., declaró que los auxiliares no le contaron la existencia de algún tipo de abuso o vejación y que “Jesús era cariñoso, se preocupaba por los ancianos, y le correspondían, no les molestaba”. Juan Carlos afirmó que su madre “no se quejaba de la limpieza de la residencia”, que él mismo “veía bien”, y que no percibió olor extraño, sino que protestaba por la comida, pero no le dio importancia, pues aseguró que su madre “se quejaba de la comida allí y aquí”, en todos los sitios por los que estuviera. Asimismo, aseguró que su progenitora le habría comunicado algo grave si lo hubiera visto, porque tenía “carácter fuerte”, que le hacía hablar por aquellas cosas que le molestaran.
En la sesión de peritaje del jueves pasado, la médico forense del Ministerio Público, Eva Bajo, aseveró que “no había nada flagrante”, y que de acuerdo con las historias clínicas existentes hasta 2009 y al examen médico que realizó a todos ya en la residencia de San Lorenzo, adonde fueron trasladados tras el cierre de Trinidad, no encontró “ningún indicador que sugiriera un estado de deterioro derivado de una insuficiencia de cuidados básicos de salud, alimentación u otros”.
Conflicto laboral
Varios trabajadores de la residencia Trinidad declararon ayer que existían problemas laborales con sus dueños, pero que esto no condicionó sus testimonios en la denuncia del caso. Carolina J. G., enfermera contratada en abril de 2011, aseguró que “la relación” del personal con ellos “era bastante hostil” porque “Jesús no pagaba”.
Luis Felipe, un auxiliar de geriatría, suscribió lo dicho sobre la deuda de sueldos, y apuntó que “a Jesús sólo le interesaba el dinero”, porque “lo que pagaba cada anciano no se retribuía en tener mejor comida y camas”. “Si hubiéramos seguido allí, no habríamos cobrado. Jesús in- tentaba minar para que no fuéra- mos un bloque”, sostuvo este gerocultor, que no le consta que la plantilla forzara el cierre del centro.